EL PARQUE DE LAS MARIONETAS EN LAS FIESTAS DEL PILAR DE ZARAGOZA: LAS CACHIPORRAS DE QUIQUE DI MAURO, LUÍS ZORNOZA Y PAULO RECH; ELENA MILLÁN, JORDI BERTRAN Y ALEX BARTI
Publicado por Toni Rumbau | Oct 13, 2017 | REVISTA TITERESANTE
Empezaron el miércoles 11 de octubre las celebraciones de las Fiestas del Pilar de Zaragoza, y con ellas la programación del Parque de las Marionetas, este Festival Internacional de Teatro de Feria que llega este año a su octava edición. Un festival muy interesante a causa de la amplísima variedad de propuestas que permite abrir el género de los títeres a su más amplia expresión, mientras se pueden ver espectáculos refinados de interior en las barracas y los pabellones instalados en el Parque Grande José Antonio Labordeta.
TRES ESPECTÁCULOS DE CACHIPORRA
Una de las virtudes del Parque es la cariñosa atención que siempre ha puesto su directora, Ana Abán, a la especialidad, a veces insuficientemente valorada, del títere tradicional de guante también llamado de Cachiporra. Se utiliza para ello la placeta que existe alrededor del precioso quiosco de música modernista que se encuentra en el parque. En esta ocasión, son tres los titiriteros invitados: Luís Zornoza Boy, Quique Di Mauro y Paolo Rech. Tres nombres de los grandes que se hallan en la plenitud de sus carreras, cada uno en su particular estilo asaz diferente.
QUIQUE DI MAURO, EL TELÓN DE CÓRDOBA
Nos encontramos ante un bonito exponente de la que podríamos llamar la tradición titiritera argentina del Juancito y María, estos dos personajes creados por Javier Villafañe que han adquirido un carácter popular al convertirse en protagonistas polichinescos de muchos titiriteros no sólo de Argentina sino de toda Latinoamérica.
Quique Di Mauro con María.
Quique Di Mauro, hijo de Héctor Di Mauro (titiritero fundamental en la historia de los títeres iberoamericanos junto a su hermano Eduardo Di Mauro), ha vivido desde niño inmerso en el mundo de los títeres, rodeado de maestros y de iniciativas titiriteras de todo tipo. Un ejemplo es la revista que él mismo creó en 1983 (ver aquí) que lleva el nombre de Juancito y María, potenciando de este modo esa voluntad de transcender a estos dos personajes de Villafañe para convertirlos en algo más allá de sus orígenes.
Una tradición muy diferente a la de los polichinelas europeos, al estar sustentada en la palabra y en la poesía más que en el alarde de la gestualidad y el ritmo de las rutinas de manipulación, siguiendo la estela dejada por Federico García Lorca en su visita a Buenos Aires en los años treinta, que fue recogida y desarrollada por Javier Villafañe, uno de los afortunados espectadores de la mítica función de Lorca en Buenos Aires (ver ponencia de Pablo Medina en Granada aquí).
Quique Di Mauro consigue incorporar a esta tradición de la palabra el lenguaje clásico de los títeres de cachiporra, instrumento, el garrote, que no usa pero que se halla implícito en el juego con el sapo, por ejemplo, personaje que adquiere en su obra el papel del perro o del dragón en las tradiciones europeas. Rutinas que el titiritero de Córdoba consigue hilvanar en el más puro estilo de los títeres de calle, siempre alrededor de los personajes de Juancito y María, que cierran y abren el espectáculo.
Se le notan a Di Mauro las horas de vuelo que lleva en estos menesteres del guante, un oficio de los que se sustentan no sólo por la experiencia profesional sino por la mímesis de la infancia cuando uno crece entre títeres y retablos. Y como buen Argentino que gusta de la palabra, de los que cuando la toman intentan no dejarla, el público pudo recrearse en un despliegue vocal muy bien urdido, acercándonos así a tradiciones de culturas tan cercanas a las nuestras y a la vez tan lejanas, capaces de provocar la fascinación de los espectadores por el gesto y la palabra, cuando estos están bien trabados.
Quique Di Mauro con el Payaso.
Además de los citados personajes de Juancito y María, Di Mauro presentó al Payaso de la compañía, un hermoso títere que su padre encontró en un viaje a Europa en los años sesenta en la ciudad alemana de Dresde, que Quique ha transformado en una maravilla de muñeco del que consigue sacar movimientos inimaginables. También a los simpáticos Pepucho y el rey Baltasar, así como al Pirata.
A través de los diferentes fragmentos de veinte minutos que duran los espectáculos de cachiporra en el Parque de las Marionetas, el público pudo hacerse una cabal idea de esa tradición titiritera en Argentina de la mano de uno de sus más reputados maestros. Todo un gozo para los amantes del género.
PAOLO RECH Y ARLEQUINO
La tradición del Véneto que suele centrarse en los personajes clásicos de la Comedia del Arte, con Arlequino como héroe principal, estuvo magníficamente representada por el titiritero Paulo Rech, uno de los jóvenes maestros actuales que mantienen viva la tradición italiana.
Vi a Paulo Rech en Valls, en el Festival Guant hace un año (ver aquí) y quedé impresionado con la obra que presentó, del dramaturgo Gigio Brunello, uno de los grandes de la escena titiritera europea. Un verdadero alarde de ejecución que dejó maravillado al público. En esta ocasión, Rech ha venido con un espectáculo de corte más tradicional titulado Arlequinadas, es decir, un compendio de las diabluras de la máscara Arlequino, que en el Véneto ocupa el lugar que en el sur de Italia tiene Pulcinella.
En este espectáculo, Rech practica el eterno teatro de títeres de calle, con rutinas clásicas como son las del Perro (simpático y peludo, con aspecto más de un pequeño orangután que de un can) y la Muerte, y juegos con otros personajes emblemáticos de la comedia goldoniana, como son Brighella y el Doctor Balanzone. Lo hace con un dominio seguro del gesto y con una economía estricta de la palabra, algo propio de la tradición europea, en la que los titiriteros necesitaban hacerse entender ante públicos pertenecientes a lenguas y culturas diferentes.
A diferencia del Pulcinella napolitano, Arlequino no usa la lengüeta, algo propio de los títeres del norte de Italia, que al mantener una enorme fidelidad a la antigua Comedia del Arte, necesitan de la palabra para sus juegos y malabarismos verbales. Por ello se dice que para encontrar la más cercana forma teatral a la Comedia popular goldoniana, hay que recurrir a estas tradiciones del norte, protagonizadas por personajes tales como Arlequino, Brighella, Gioppino, Gianduja, Faigolino, entre otros.
Rech ha conquistado al público zaragozano, que ha podido ver en directo y bajo una impecable ejecución a personajes que aparecen en los libros de texto, y de los que ignoramos la extraordinaria vida de la que aún gozan en la actualidad.
EL POLICHINELA DE LUÍS ZORNOZA BOY, DE SIESTA TEATRO
Ha sido un placer ver de nuevo a este veterano titiritero, bregado en mil lances escénicas (ha sido director de varios teatros de títeres en Europa y de muchas compañías y espectáculos de aquí y de fuera), con su espectáculo de títeres de cachiporra, con el que busca conectar con las esencias ancestrales del género desde una óptica de radicalidad contemporánea.
En efecto, Zornoza Boy hurga en las rutinas clásicas pero abriendo ventanas a puntos de fuga que tienen más que ver con esa tendencia a la auto-observación de los teatros de marionetas actuales, que tras romper con la “cuarta pared” que en los títeres es el clásico retablo, se han centrado en observar y cuestionar la relación entre el titiritero y sus muñecos, así como entre éstos y los espectadores. Para ello no duda en abrir en el mismo retablo que utiliza una ventana de modo que el público pueda ver los títeres colgados así como el momento en que el titiritero los calza para sacarlos a escena. Impresionante ver como los niños, al observar que la mano del titiritero va a ponerse uno de los títeres colgados, ya empieza a avisar a Polichinela de que se acerca el perro o la Muerte, antes de que haya salido al escenario…
El estilo de Zornoza Boy está constantemente puntuado (truncado o “agujereado”, podríamos decir) por este “desvelarse” del titiritero, creando la ambigüedad esencial que buscamos todos en el escenario, ese estar y no estar, ficción y verdad, vida y teatro. Un estilo que tensa la representación, que hace dudar al público adulto si el espectáculo va para ellos o es para los niños, si va en serio o es una burla, y lo hace con un sentido del humor agudo e inteligente, con lo que desarma al espectador escéptico y despectivo, y conquista sobre todo a los niños, que se sienten tratados como adultos, sin las concesiones a la corrección política que muchas veces los titiriteros profesionales están obligados a practicar, y que los niños saben captar y despreciar, aunque no lo manifiesten.
Luís Zornoza Boy con su Polichinela.
La sucesión en el Parque de las Marionetas de estos tres maestros de la cachiporra titiritera ha resultado ser uno de los grandes aciertos del programa de este Festival de Teatro de Feria, una gozada para el público en su gama más extensa.
LA LUNA EN UN POZO, DE ELENA MILLÁN
Ha sido un verdadero placer asistir al estreno de este nuevo trabajo de Elena Millán, veterana titiritera de Zaragoza que en su madurez ha alcanzado el grado de sabiduría artística que proporciona el dominio del oficio tras años de fidelidad a la vocación titiritera.
Elena Millán con su personaje.
Con un gusto exquisito en la talla de madera de sus muñecos, y buscando la simplicidad escénica que suele exigir el buen cultivo del género, Millán nos cuenta una historia de mínimos con una impecable ejecución alrededor de este tema clásico de la luna, los amores que despierta y su reflejo en un pozo.
Para tratar con nuestro satélite desde el escenario y con los títeres, ayuda siempre recurrir a elementos simples que tienen que ver con realidades esenciales y ocultas. Así lo hace Millán: una escalera, una pandereta para representar la luna, y un pozo. La escalera como símbolo de ascensión, de deseo de ir más allá de la realidad, de alzarse sobre los límites, de buscar lo imposible, especialmente cuando se encara cielo arriba. El pozo como símbolo de la muerte, de lo oculto, de lo que existe bajo tierra. De ahí que el lenguaje usado sea básicamente poético, con la canción popular sobre la luna que entona la titiritera ayudándose con la pandereta, que luego se convierte en luna.
El mundo de arriba se junta con el de abajo, el cielo con la tierra, la luna con su planeta madre, lo visible con lo oculto, las dos caras de la vida que siempre ha representado simbólicamente nuestro satélite.
El público aplaudió el delicado trabajo de la titiritera, que demostró no sólo estar en forma, sino haber ascendido con los años a estos grados de sabiduría del oficio de los que antes hemos comentado.
LAS MARIONETAS DE HILO: JORDI BERTRAN Y ALEX BARTI
Dos grandes de la marioneta de hilo se dieron cita en el Parque de las Marionetas: el virtuoso catalán Jordi Bertran, y el no menos virtuoso Alex Mihajlovski, de Macedonia, con su “Alex Barti Show”.
Jordi Bertran presentó retazos de su Circo de Marionetas, con dos de sus números clásicos: el lance amoroso entre el payaso del saxofón y la hermosa funambulista y payasa que debe pasar el alambre para alcanzar a su par. Mostró su dominio del hilo Bertran con estas dos marionetas que requieren de una cuidadosa ejecución, siempre con este control del espacio y de la presencia escénica de la que hace gala el marionetista catalán.
Jordi Bertran con el payaso del saxofón.
A continuación, sacó a su famoso rockero, uno de los números que junto con el de la Muerte que se descoyunta y el del Bufaplanetas, más fama le ha dado. Una demostración que el público aplaudió a rabiar. Ver más sobre Jordi Bertran aquí.
Sobre Alex Mihajlovski hemos hablado ya varias veces desde Titeresante (ver aquí) y sólo podemos añadir que el personaje de Barti volvió a triunfar en Zaragoza como lo va haciendo allá donde se presenta. La maravilla de esta marioneta, que parece tener vida propia y real, es algo simplemente impresionante, capaz de despertar furores entre los espectadores y especialmente entre las espectadoras, muchas de las cuales acaban enamoradas del muñeco, como he visto en varias ocasiones.
(Luís Zornosa Boy, Ana Abán, Paolo Rech y Quique Di Mauro)